Un recordatorio
Como ya sabrás, esta es la segunda entrada de la serie “Vacunas: ¿Sí o No?“, centrada sobre todo en las vacunas del Covid-19 pero también a nivel general. Si eres nuevo por aquí, te recomiendo leer la primera entrada sobre inmunidad ya que es fundamental para entender el funcionamiento de las vacunas.
Si ya eres todo un experto en esto de los anticuerpos y los linfocitos, pasemos al post 😉
La primera vacuna
El término vacuna viene de vaca.
Sí… de vaca.
Allá por el siglo XVIII, la viruela era un grave problema mundial que mataba a unas 400.000 personas al año en Europa. Incluso hasta las vacas tenían viruela… bueno, una viruela un poco floja, por suerte para ellas.
Lady Montagu, una escritora británica, observó que los animales infectados de viruela tenían una enfermedad mucho más leve: era la “viruela vacuna”. Lo mejor de todo es que las mujeres que ordeñaban las vacas infectadas NO contraían la viruela humana incluso exponiéndose a ella.

Lechera vacunada
Años después, en 1798, el médico Edward Jenner observó los escritos de Lady Montagu y decidió realizar un experimento un tanto polémico (aunque visto lo visto, no tan polémico como los ensayos clínicos para las vacunas del Covid-19, dónde va a parar): inoculó el pus de la pústula de una lechera a un niño de 8 años, el hijo de su jardinero.
Por aquél entonces los comités de ética no estaban muy de moda.
Cuando el pequeño James se recuperó de la viruela vacuna, Jenner volvió a inyectarle el pus, pero esta vez de la viruela humana. Sorpresa: el niño no desarrolló ningún síntoma, estaba inmunizado.
Casi dos siglos después, en 1979, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró erradicada esta enfermedad gracias a la vacunación.
Cómo funcionan las vacunas.
Por suerte, hemos avanzado un poco en nuestros métodos desde el siglo XVIII. Pero el principio de las vacunas es siempre el mismo: inyectar una versión débil o descuartizada del virus original. Esto provoca LA MISMA respuesta inmune que explicamos en el artículo anterior, creando anticuerpos y células de memoria; solo que en este caso el virus no está vivo (no se replica, no causa ninguna enfermedad) y por eso no tienes síntomas o son muy leves (hinchazón o algo de fiebre).
Bueno, si bien la respuesta inmune es la misma en todos los casos (entrenar a los linfocitos para que reconozcan un antígeno concreto), la eficacia y la seguridad de las vacunas sí que puede diferir un poco según el tipo. Veamos cómo:
Tipos de vacunas

Existen tres estrategias para desarrollar una vacuna: utilizando un virus entero, partes del virus (antígenos) o su material genético.
- Virus entero: consiste en utilizar una versión debilitada o muerta del virus. Su eficacia suele ser muy alta ya que el sistema inmune se enfrenta a una versión idéntica al virus original. Este el caso de las vacunas contra el sarampión, la varicela, rubeola, polio, gripe y paperas.
Problemas: estas vacunas pierden eficacia cuando la tasa de mutación del virus es muy alta; requieren tiempos de producción elevados y no son adecuadas para personas con un sistema inmune deprimido. - Partes del virus: en estas vacunas se utiliza sólo una parte del virus (antígeno) capaz de provocar una respuesta inmune. El sistema inmune creará anticuerpos que reconozcan ese antígeno concreto. Son mucho más seguras que las del virus debilitado, ya que ni siquiera hay virus; y su eficacia puede ser igual de alta. Es el caso de las vacunas contra el tétanos, hepatitis B, difteria y meningitis.
- Material genético: aquí se usa sólo un trozo del genoma del virus (un trozo, no el genoma completo). Este trozo contiene la información necesaria para que las células produzcan una proteína viral concreta (el antígeno). El sistema inmune reconocerá el antígeno y formará anticuerpos de la misma forma que en el caso anterior. La ventaja es que es una técnica SUPER precisa, es muy fácil cortar y pegar ADN o ARN a nuestro antojo, así que podemos diseñar la vacuna con gran precisión y de forma muy rápida. Estas son las vacunas de Pfizer-BioNTech, Moderna, Oxford-AstraZeneca, y Johnson & Johnson contra el Covid-19.
Si te interesa profundizar en cómo funcionan las vacunas del covid, aquí tienes varios enlaces en español y con dibujos muy guais 😉:
- Vacunas de ARN con nanopartículas: Pfizer-BioNTech y Moderna
- Vacunas de vectores virales: Oxford-AstraZeneca, y Johnson & Johnson
Eficacia de las vacunas
Como ya venimos diciendo, el sistema inmune reacciona de la misma forma ante cualquier elemento extraño que se encuentre, ya sea un virus entero o partes de él.
Pero, aunque el mecanismo de acción sea el mismo, el resultado puede ser más o menos eficaz. Por ejemplo, si entrenamos a nuestros linfocitos para que reconozcan solamente un trozo del virus, ¿cómo de eficaz será nuestro sistema inmune cuando se encuentre con el virus real? ¿No sería más útil utilizar el virus entero? Y esta memoria inmunológica… ¿dura lo mismo en ambos casos?
Como siempre, la respuesta es… depende. Depende del virus, de la vacuna, de tu sistema inmune y hasta del azar.
Una variable muy importante es la tasa de mutación del virus: cuanto más mute, más probable es que los anticuerpos se queden desfasados y ya no reconozcan las nuevas variantes del antígeno. Es lo que ocurre con los anticuerpos de la gripe, por ejemplo, que ya no sirven de un año para otro.
No obstante, hay ciertas partes del virus que son fundamentales para su funcionamiento y es más difícil que cambien. Es el caso de la espícula S en el SARS-CoV-2, su “llave” de entrada a las células. La región RBD (Receptor Binding Domain) de esta espícula tiene muy pocas opciones de cambio ya que la mayoría de mutaciones le impedirían infectarnos.

Adivina qué clase de anticuerpos generan las vacunas del Covid-19…
Exacto, anticuerpos contra la espícula S. Si has visto los enlaces sobre cómo funcionan las vacunas del Covid-19, ya sabrás que estas contienen el ARN/ADN de la espícula S. Nuestras células fabrican esta espícula y se la presentan a los linfocitos para que aprendan a reconocerla, como vimos en la entrada anterior. Todos los anticuerpos generados por la vacuna serán contra la espícula S.
Es por eso que las nuevas variantes del virus son sólo preocupantes si implican algún cambio en la forma de esta espícula. El SARS-CoV-2 ha mutado varios miles de veces desde sus inicios en Wuhan; pero solo unas pocas representan un peligro real: las variantes alfa, beta, gamma y delta (Variants of Concern, VOC). Estas variantes tienen mutaciones zonas de la espícula S que les confieren una mayor capacidad de infección y/o evasión del sistema inmune.
Entonces… ¿Las vacunas protegen contra las variantes?
Respuesta corta: SÍ
Respuesta larga:

Efectividad de las vacunas para prevenir la infección sintomática. Datos tomados entre 2 y 4 semanas después de la segunda dosis. Para Johnson & Johnson, los datos son tras la vacunación con una sola dosis. Las diferencias en porcentajes se deben a variaciones en el diseño de los estudios, diferencias en las poblaciones y otras consideraciones metodológicas.
Referencias:
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En general, la eficacia de las vacunas disminuye un poco con las variantes, especialmente con la variante delta; pero se mantiene una eficacia muy elevada para los casos de enfermedad grave, hospitalización y muerte.
En definitiva, incluso aunque tengas la mala suerte de coger el Covid-19 tras vacunarte, al menos no te morirás, lo cual siempre está bien.
Un dato interesante: fíjate en la eficacia de la inmunidad natural a la hora de prevenir una reinfección…
La inmunidad natural está sobrevalorada
La palabra “natural”, en general, está sobrevalorada. Tenemos venenos mortales muy naturales y tenemos antibióticos “artificiales” que salvan vidas.
Y en el caso del Covid-19, las vacunas, con su artificialidad, parecen tener mayor eficacia que la inmunidad natural, sobre todo contra las nuevas variantes.
Las personas que se infectaron con las primeras variantes del virus en el 2020 producen anticuerpos duraderos, es decir, todavía mantienen la inmunidad; pero sus anticuerpos son menos efectivos contra las nuevas variantes del virus (Tea et al., 2021).
Si bien todavía no tenemos datos epidemiológicos reales, varios estudios de laboratorio muestran que los anticuerpos generados tras la infección son de 4 a 9 veces menos eficaces a la hora de neutralizar las nuevas variantes en comparación con la original (Andreano & Rappuoli, 2021).
¿Por qué ocurre esto? ¿No debería ser más eficaz la inmunidad adquirida tras una infección real?
Verás, cuando te infectas con el virus, tu sistema inmune genera una gran diversidad de anticuerpos, no sólo de la espícula S sino también de otras regiones del virus (Tea et al., 2021).

Las vacunas, en cambio, generan una respuesta mucho más precisa: le presentan al sistema inmune trozos de la espícula con diferentes conformaciones. Así, el repertorio de anticuerpos contra la región RBD (la zona más estable del virus) es mucho mayor en las vacunas que en una infección natural (Greaney et al., 2021). Es decir, la vacuna genera anticuerpos capaces de reaccionar incluso ante pequeñas variaciones del antígeno.
La vacuna protege mejor contra las futuras variantes del virus.
¿Cuánto dura la inmunidad?
Pues no está claro… pero todo apunta a que durará como mínimo unos años.
Si leíste la entrada anterior, sabrás que los anticuerpos siempre decaen unas semanas de la infección (o de la vacunación). No obstante, la memoria inmunológica la ostentan los linfocitos B y T que quedan en los ganglios linfáticos y la médula ósea. Y al contrario que los anticuerpos, las células de memoria permanecen durante años.
Tenemos ejemplos con otros coronavirus. En este estudio se observó que personas que superaron el SARS todavía conservaban las células T de memoria 17 años tras la infección (Bert et al. 2020).
En el caso del SARS-CoV-2 también estamos de suerte: tanto los que pasaron la enfermedad como los que se vacunaron mantienen linfocitos B de memoria meses después de la infección. En este estudio con la vacuna Pfizer-BioNTech, se observó una disminución de los niveles de anticuerpos dos meses después de la segunda dosis, pero un aumento considerable de las células B y células plasmáticas de memoria.
Es más, la cantidad y afinidad de estos linfocitos sigue aumentando meses después de la vacunación (Mortari, 2021). Esto es debido a que los linfocitos B todavía siguen madurando en los centros germinales. Aquí sufren procesos de clonación y selección que aumentan la afinidad de los linfocitos B por el antígeno, incluso por sus posibles variantes.
Es como una escuela de élite en el que las células B siguen mejorando su afinidad.
Con todo, no sabemos a ciencia cierta cuánto durará la inmunidad de las vacunas (ni de la infección natural). Pero sí sabemos que, como mínimo, la eficacia de las vacunas de ARN (Pfizer-BioNTech y Moderna) sigue siendo mayor del 90% 6 meses después de la segunda dosis. Si no surgen nuevas variantes que esquiven esta inmunidad, podrían durar muchos años.
Y la pregunta del millón… ¿Por qué hay tanto miedo con las vacunas?
Ya antes de descubrir las vacunas había antivacunas.
Siglos antes de que Edward Jenner experimentase con el pobre (o afortunado) Peter, ya existía la “variolización”: se inhalaba el polvo de las pústulas desecadas de viruela para prevenir la enfermedad.
Pero esta práctica, un tanto arriesgada, tenía sus detractores. Muchos consideraban que las enfermedades eran un castigo de Dios por nuestros pecados, y cualquier intervención era considerada una “operación diabólica”.
Cierto es que los argumentos en contra de las vacunas han evolucionado con el paso del tiempo. Hoy en día no se habla de “vacunas pecaminosas” sino de sus efectos secundarios, el control del gobierno y los planes secretos de Elon Musk.
Dejando a un lado las teorías conspiranoicas, en el próximo capítulo nos centraremos en desmentir algunos de los miedos más comunes sobre las vacunas para el Covid-19, miedos que son totalmente razonables en la situación que estamos viviendo: ¿Las vacunas son seguras? ¿Provocan trombos/infertilidad/efectos secundarios a largo plazo? ¿Compensa el riesgo/beneficio? ¿Son realmente necesarias? ¿Son la solución?
…¿somos un gran experimento?
¡Lo vemos en la siguiente entrada!
Excelente! Como todos tus artículos. Claridad expositiva y divulgativa, narrativa, argumentación, rigor científico… Gracias!!